domingo, 27 de enero de 2008

De Perpiñán a París

Somos el vecino pesado de abajo. El que no para de subir para pedir sal, ahora un poquito de aceite, déjame ver películas eróticas o lo último es vengo a abortar y tú me lo pagas. Gracias.
La sanidad pública, dividida en comunidades autónomas, no se hace cargo en muchos casos de la interrupción del embarazo. Se deriva a clínicas privadas, que ahora mismo, en Madrid, son sometidas a una fuerte presión administrativa. Y la legislación española, con ambigüedades, no da cobertura en determinados casos, como por ejemplo que se detecte a los siete meses de gestación que el bebé no va a poder sobrevivir . La madre se puede acoger al supuesto de peligro psíquico, pero ya los facultativos no se arriesgan. Llegados a este punto, ante la presión a la que se ven sometidos unos y la dejación de la sanidad pública controlada por otros, la solución que desde algunos hospitales se plantea a los padres es abortar en París. Londres ya lo conocemos, así que ahora es la Ciudad de la Luz. Y ya está. Y nos quedamos tan anchos. A pesar del mal trago que supone un aborto tienes que viajar a París, la sanidad francesa asume los costes y vuelves a España perplejo. Por qué al ciudadano español le soluciona los problemas el vecino francés. Por qué todavía somos el vecino tan pesado de abajo y seguimos sin comprar sal ni aceite.

2 comentarios:

Conciencia Personal dijo...

Leí algo en el País sobre el tema que tratas, debe ser muy penoso para la mujer española ir a otro país a abortar porque donde vives la legislación marca sus trabas.....algo similiar sucede en mi país, México.

Un abrazo azteca.

Twat Boy dijo...

A este paso terminamos abortando en alta mar a bordo de un barco, como una asociación internacional hacía en Irlanda y Polonia, países donde abortar está prohibido gracias al poder de la jerarquía católica. Qué miedo nos da dar libertad individual a los ciudadanos, no sé por qué.